Se acuerdan de Jairo? Al que su hijo se le robo un botellón de whisky y nosotros le ayudamos a gastárselo?. Bueno, de ese mismo Jairo tengo la otra historia:
En mi pueblo había un tipo muy conocido: don Salvador Barrera, quien tenia un programa de radio que hizo historia allá en mi tierra y con un nombre genial “Guasquilazos”, que simplemente se dedicaba a destacar los mas popular, musical y útil de la vida campesina ya que mi departamento, pa mas señas doña Agustina, es muy rural.
En todo caso, Guasquilazos era un referente para las muchachas del servicio y por supuesto para uno mismo que se la pasaba en la cocina esperando a ver que iban a dar de comer (malpensados! Comida=comida, de frutas, verduras, proteínas, cereales y esas cosas… comida de verdad, no comida de gente… yo no soy de esos). Por Guasquilazos uno se enteraba que la señora Domitila Volverás le mandaba una razón a su comadre Segunda Achinte, para que le devolviera los platos que le tenia cuando le mandó a regalar un plato de ternero. También oíamos que Amanda Chicangana le declaraba su amor a Tobías Tose con la canción “Ese pajarito tuyo” que era magistralmente interpretada por “Los hermanos Vitonas Rosendo”, quienes a veces lo hacían en vivo (y por supuesto no se les oía mucho) o a veces en magistrales grabaciones que don Salvador Barrera hacia en sus frecuentes paseos por los municipios de mi departamento, y en las que se alcanzaban a oir comentarios al aire mas o menos como estos: “sírvame otro don Gregorio!”, “Que no se me vayan a ir esas muchachas que ahora les toca bailar”, “quiubo don Salvador de la plata que le preste” o “que ni mujer me vea en estas”
Pero lo importante del cuento es que Guasquilazos (ese nombre esta bueno para un bebedero no? Un amanecedero o un alquiladero de hamacas, algo así no?) era patrocinado por el almacén Apolo 11, nombre que quizás provenía de un homenaje que Salvador le quiso hacer a esta nave que marco un momento histórico, pero que no tenia nada que ver con su actividad comercial: la compraventa de ropa usada.
El Apolo 11 era la referencia cuando uno se quería burlar de la pinta de alguien… ya fuera en la calle, colegio, fiesta o lo que fuera. El comentario: “ay.. y esa blusa que? la compraste en el a polo 11?”, generalmente iba acompañado de una risita irónica o de una carcajada incontenible.
Lo verdaderamente interesante comenzó cuando descubrimos que la ropa que vendía el Apolo 11 era nada mas y nada menos que la ropa proveniente de casas como la mía. Precisamente era esa ropa que se nos quedaba chiquita o que ya no nos gustaba o que simplemente ya no usábamos por vieja, fea, pasada de moda o lo que fuera… y un día, mi hermana decidió ir a ofrecer la ropa que ella ya no quería al Apolo 11 y resultó regresando con casi $50.000, lo que sin duda era una fortuna para la época y con lo que se dio gustos como casi 1 mes.
Por supuesto yo también empecé a buscar ropa y a duras penas encontraba blue jeans rotos, pantalones rotos, camisas y camisetas rotas, chaquetas rotas o mareadas… en fin… mi ropa no servia porque? yo no se porque… pero creo que algo debe haber de cierto en esa frase que dice: “grande y acabaropa”.
Entonces, le pedí permiso a mi mama que me dejara esculcar en su closet a ver si encontraba algo para vender pero se negó… mi papa lo mismo. Me acorde que debido a una calamidad, en la casa de mis tías –vecinas a mi casa- había un cuarto casi lleno de ropa que habíamos recibido de otros países y les pedí a mis tías que me dejaran ver si podía encontrar ropa, con la disculpa que era para los amigos de unos amigos de unos amigos míos que estaban muy mal de ropa. Mis tías por supuesto accedieron al ver mi buena voluntad que había florecido en esos días, pero también me encontré con la decepción que salvo algunas muy pocas prendas, no había nada en buen estado y por lo tanto no era posible de vender en el Apolo 11 porque la única condición que ponían allá era que la ropa tenia que estar en buen estado.
Ya medio desesperado porque el fin de semana estaba muy cerca y mis amigos y yo ya habíamos puesto en la mira a unas niñas muy queridas porque había un “festival” (léase bazar) en uno de los colegios femeninos mas prestigiosos de mi ciudad. Recurrí primero a Carlos Eduardo, quien se puso en la tarea de buscar en su casa a ver que encontraba (imagínense lo que podia encontrar… si era el 2º de tres hermanos hombres… y huérfano de madre!) y después busque a Jairo Manuel, quien me dijo mas o menos en el lenguaje de ahora: “Marica, aquí hay cantidades de ropa marica!, guevon, mi papa y mi mama tienen muchísima ropa para regalar y botar y no saben que hacer con ella guevon”.
Yo creo que ahí me salieron el signo pesos en los ojos y corrí a coger un bus para irme a la casa de el dizque a ayudarle a empacar la ropa para irnos al Apolo 11.
Y de verdad había mucha ropa… nos salieron como 10 bolsas “del ley” (es decir del almacén Ley, que era el Éxito de ese entonces) apretadas y llenas de ropa y hasta cogimos taxi para ir al Apolo 11.
Pero nos resulto una mala estrategia, porque nos encontramos que quien atendía el almacén era la esposa de don Salvador, yyyy ahhhh vieja amargada y tacaña… además se aprovecho que éramos verdaderamente idiotas para negociar y nos termino ofreciendo casi $40.000 por mas o menos 5 veces lo que había llevado mi hermana… claro… si la hubiéramos llevado de a poquitos habríamos alcanzado mas plata.
Pero decidimos aceptar porque ya era viernes y el domingo era el festival y nos embolsillabamos $40.000 que no tenían y que esperábamos nos alcanzara por lo menos para unos dos fines de rumba porque en ese tiempo la botella de aguardiente costaba mas o menos $5.000 en discoteca y unos $2.000 en la calle…. Imagínense.
El hecho fue que al final nos divertimos como enanos en orgía, o como enanos en piscina… o como enanos en parque de aventuras… en fin, como enanos y la pasamos muy rico gracias a la tumbada que nos pego la esposa de don Salvador.
El problema fue que nos quedo gustando la vaina y después de volver a revisar nuestras casas, apenas encontramos cositas que pudimos vender por ahí en $10.000 y quedamos en los rines (para el público internacional: en las llantas, es decir sin gomas).
Como una malsana actividad pero que a veces nos traía algunos beneficios inesperados, Carlos Eduardo y yo, habíamos cogido la costumbre de darnos una vuelta por las discotecas y bares de nuestra ciudad, por ahí a eso de las 12 de la noche o despuecito, para ver que encontrábamos… como carroñeros, a veces nos topábamos “paseos bugueños” es decir, grupos de gente con mas viejas que hombre o al revés… pero también nos encontrábamos algunas veces parejas disueltas y por lo tanto novias despechadas, mujeres solas (muy pocas veces, pero si algunas) y señoras contentotas, que no son mas que lo que hoy es conocido acá en Colombia como cuchibarbies.
Y un día de estas andanzas, la sorpresa fue grande cuando nos encontramos con nuestro querido Jairo Manuel, muy amacizado con una niña que era muy cotizada en mi ciudad y que seguramente le estaba haciendo gastar lo que no tenia a Jairo Manuel. Por supuesto hubo llamado al orden y en el baño nos contó que la vieja le había aceptado una invitación y que el había tenido que empeñar la grabadora para poder salir con ella. Después de las respectivas felicitaciones (nosotros no éramos envidiosos) y de nuestros ánimos a él para que llegara al menos a primera base (bueno, si éramos envidiosos… en esos casos… quien no lo es?) salimos y tuvimos que esperar hasta el otro día para que Jairo Manuel nos contara con detalles los resultados de su logro.
Al otro día llegamos muy a las 11 de la mañana a su casa y nos toco prácticamente despertarlo para que nos contara. Lo raro fue que nos dimos cuenta que la grabadora estaba allí y por supuesto Jairo Manuel no se había levantado a las 8 am para ir a sacar la grabadora de la prendería, porque en el estado en que estaba seguro que llegó muy a la madrugada y seguramente sin plata.
Después del interrogatorio sentimental (o sexual) respectivo, procedimos al interrogatorio de la plata y ahí fue cuando nos dijo que era el resultado de la venta de la última ropa que le sobraba de lo que habían desechado sus papas y que por eso recibió muy buena plata (como $30.000) porque el que se la compró era don salvador Barrera y no la vieja jijueputa esa.
Pero el cuento no termina aquí… el cuento prácticamente empieza cuando un día me llama Jairo Manuel cagado del susto, casi llorando para avisarme que sus papa esta camino a mi casa porque me va a hacer el reclamo sobre los 2 pantalones nuevos de paño ingles y hechos por un sastre buenísimo de Cali, que según él yo le había robado para ir a venderlos al Apolo 11. Enseguida maquine un plan de fuga, le di a conocer a mi mama el motivo de la próxima visita de don Jairo y me fui a donde “naides me fuzgue”.
En esas estuve escondiéndomele a don Jairo casi toda la semana, ya que todos los días el señor iba a mi casa a buscarme, pero no se atrevía a decirle nada a mi mama o a mi papá, porque de pronto sabia que mis papas lo iban a poner en su sitio, ya que yo en esta vida he podido ser mal estudiante, vago, perezoso o lo que sea, pero ladrón no.
Todos los domingos nosotros coincidíamos con don Jairo en la cancha de basket y yo fui porque uno se deja convencer de ese cuentito que dizque “el que nada debe, nada teme” pero apenas llegue, don jairo se me acercó bastante bravo a hacerme el reclamo y me toco prácticamente quitarme a don Jairo de encima empujándolo porque el hombre ya me estaba baboseando con sus gritos.
En ese momentito un poco de gente que no quería a don Jairo, por su modo de ser altamente influenciado por su ex actividad profesional, se interpuso entre el y yo, con mas ganas de pegarle sus coscorrones al viejito y mas bien apoyarme a mi.
A don Jairo no le quedo otra que irse de la cancha, balbuceando una amenaza por la que Jairo Manuel se disculpo ante mi, pero ahí si le tuve que decir que la única manera de arreglar el asuntito era recuperando los pantalones del papa en el mismo almacén.
Por supuesto, Jairo Manuel fue al día siguiente a buscar los pantalones y resultó que ya los pantalones no estaban en venta. Prácticamente desbarataron el almacén y no los encontraron… y al momentico llegó don Salvador Barrera estrenando… si señoras y señores! Estrenando pantalón!.
A Jairo Manuel la reposición de los pantalones le costó no solo los $60.000 pesos del paño y la confección sino casi 3 meses sin mesada, sin carro y sin siquiera poder saludar a su papa, porque don Jairo no le perdonaba ni el robo de los pantalones ni la vergüenza que le había hecho pasar al confrontarme a mi delante de casi todo el barrio que después se enteró de la aventurilla de Jairo Manuel.
A mi, don Jairo terminó regalándome dos boletas para ir a ver a Millonarios en el estadio de Cali y las disculpas permanentes, que a pesar de que han pasado mas de 20 años, todavía me extiende cada vez que lo veo.
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