Hay un señor en mi tierra que se llama Jairo. Jairo es el papa de uno de mis mejores amigos de adolescencia, quien también se llama Jairo, pero en su casa siempre lo llaman por su segundo nombre: Manuel, mientras todo el mundo exterior lo conoce como Jairo. Este cuchacho, siempre llamó a sus papas por sus nombre, es decir, no les decía mama o papa, sino Jairo y Cecilia y a nosotros nos daba mucha risa, porque además los trataba de “vos” cuando lo normal en esa época era hablarles a los papas de “usted” y ni se nos ocurría “tutearlos”, porque eso no se “estila” usar en mi pueblo.
Un día, Jairo Manuel había viajado a San Andrés con Jairo y Cecilia, y de allí trajeron muchas cosas para darse sus gusticos, entre las que se destacaban 3 botellas gigantes de whisky Grant´s, un bebedizo mas o menos aceptable, pero que en esos días era un manjar. A su llegada y aprovechando que Jairo y Cecilia se habían ido para el pueblo de la familia de ella, seguramente a llevarles parte de las cosas que trajeron de San Andrés, Jairo Manuel nos invitó a su casa para que oyéramos música en el nuevo equipo de sonido que habían comprado en su casa y con unos cassettes que también había comprado en la isla, llenos de “reggae del bueno carajo!”.
Por supuesto, cuando llegamos y vimos las 3 botellitas de whisky, empezamos a joder a Manuel para que nos sirviera un traguito y el no aceptaba porque definitivamente sabia que si a una de las botellas de whisky le pasaba algo, seria el acabose para él… sobretodo conociendo el mal genio de su papa. En medio de la molestadera y de que ya nos habíamos comprado una botellita de aguardiente, uno de los que estábamos allí (éramos 7 efebos) había logrado medio romper el sello de seguridad con el que venia uno de los botellones y amenazábamos cada vez mas a Jairo Manuel con romper mas el sello si el no nos servia alguito de comida, porque al paso que íbamos a emborrachar muy rápido.
Jairo Manuel se negaba a darnos algo de comer, por lo que decidimos romper del todo el sello de seguridad y en medio de sus gritos entro una llamada telefónica de una vieja de la cual él estaba tragado y su emoción fue tal que la invitó a la casa para que también oyera el nuevo equipo de sonido y los cassettes de “reggae del bueno carajo!”. La niña llego al muy poco tiempo (era medio vecina) y ahí si fue que aprovechamos la generosidad de Jairo Manuel que no se había visto en toda la tarde y empezamos a abrir los tarros de pringle´s y los paquetes de pistachos que habían comprado Jairo y Cecilia en San Andrés.
Todos encantados empezamos a bailar ahí mismo, en la sala de su casa, al lado de los botellones de whisky y cuando menos nos dimos cuenta, vimos que Jairo Manuel le llevaba un vaso de whisky con hielo a la niña que amablemente nos acompañaba y entonces todos asaltamos la cocina para sacar hielo y vasos para servirnos nosotros mismos. Eso fue la locura!. Terminamos en una práctica algo gay (un antecedente a mi asistencia al reinado ya referido) porque los 7 hombres bailábamos prácticamente entre nosotros y la niña acompañante solamente medio se rotaba alrededor de nosotros, en una especie de gang-bang bailable. La botella prácticamente desapareció en el transcurso comprendido entre las 6 de la tarde y las 11 de la noche, momento en el cual simplemente nos quedamos dormidos.
Al otro día nos despertó el lagrimeo y los sollozos de Jairo Manuel, quien presagiaba el fin de su existencia hasta que se nos ocurrió la brillante idea de organizar divinamente la casa y entre cabezazo y cabezazo se convino llenar la botella vacía con coca cola aguada y guardarla (esconderla) junto con otra de la botellas y dejar solo una de las botellas en el bar de su papa, todo mientras conseguíamos la plata para comprar una nueva y reemplazarla. Ese era definitivamente un compromiso. Las explicaciones que tenia que dar Jairo Manuel serian únicamente por la pérdida de cerca de 5 tarros de pringle´s y 2 paquetes de pistachos, además de 1 paquete de krafts, lo cual siempre me pareció muy extraño, porque en esa época uno de nuestros lemas era: “Borracho que se respete no come dulce”.
Afortunadamente, y vean pues como son las cosas de mi Dios, un día Jairo (el papa), aprovechando la ausencia de Cecilia, decidió invitar a sus excompañeros de trabajo (el era coronel retirado de la policía) a su casa y por supuesto abrieron el botellón de whisky que estaba encima del bar, y yo no se si será por la edad, pero ese poco de policías o expolicias (eran como 15) quedaron “jetiados” con medio acabarse el botellón. Jairo Manuel, Eduardo y yo estábamos allí para comprobarlo y no tuvimos de otra que aprovechar el papayazo y por una parte, llenar una botella vacía de whisky para nuestro consumo propio de esa noche y por otra parte, vaciar la coca cola del botellón que nos habíamos bebido (que por cierto ya estaba llenándose como de hongos) y dejar el botellón vacío, justo al lado del otro que casi estaba terminado.
Al otro día el guayabo de Jairo se conjugaba con el orgullo representado efusivamente en las llamadas que les hacia a sus amigotes diciéndoles mas o menos: “ole! Que berracos ustedes ole! Se bebieron casi 2 galones de güisqui ole! jajajaja”. El hombre vivirá y morirá convencido (a menos que lea este blog) con que él y sus amigos, sesentones todos, tuvieron una bebeta la jijuemadre!
3 comentarios:
jajaja...bacano :D
Excelente historia.. estoy conociendo..
jejeje como siempre, tu y tus amigos...buena historia
Publicar un comentario