lunes, octubre 29, 2007

Sucio... sucio

Sucio... sucio... y es que soy un animal... y es que soy un animal...
Así decía un corito de la canción “Un animal” (o algo así) que cantaban “Los Toreros Muertos” hace años y yo lo utilizaré para contarles lo que nadie quiere contarles, lo que todo el mundo se calla, lo que nadie reconoce: el sexo sucio.
Una niña de apellido Torres, que por supuesto a partir de ahora se denominará “La Torres”, era de Ibagué (ah juemadre cuanto detesto esa ciudad!) pero la conocí acá, en Bogota. La Torres era bastante peculiar porque era bajita y algo gordita y de no ser por su capacidad económica y por la amiga con la que compartía apartamento creo que no muchos se atreverían a sacarla o a invitarla a beber como lo hacíamos con Juan Carlos, un amigo que iba un semestre atrás mío en la universidad y con el que yo encontraba alguna afinidad porque los dos (los cuatro contando a la Torres y a la Santa quien era la roommate de La Torres) éramos “de provincia” que es como se les llama a la gentedeotraparte que llega a bogota.

Bueno, un día, cuando todavía no teníamos la confianza del asunto, resulto que me fui a visitar a la Torres ya que en esa época estudiantil, uno tenia que valorar mucho las amistades en esas fechas de finales de mes que eran tan agobiantes para los que esperábamos giro de la casa y además la Torres no solo siempre tenia comida en la nevera, sino también cocinaba deli. Ella vivía en el muy, muchísimo, muy reconocido barrio “Cedritos”, llamado por mi “Lejitos” y lugar donde se aposentaban la mayor cantidad de provincianos que llegaban a estas latitudes, dizque porque el barrio era bonito y barato, aunque ahora ya no es tan barato –ni tan bonito- y creo que será uno de los primeros en caer en el momento del tan anunciado y próximo e inminente Terremoto de Bogota. Bueno, ese día encontré a la Torres algo deprimida por ni me acuerdo que razón, el hecho es que la depresión no era nada tan grave que una botella de Tapa Roja no pudiera quitar, por supuesto yo sacrifique mi estudiada de ese día y me dedique a partir los limones y a acompañar un poquito a la Torres mientras ella cocinaba un arroz atollado –que le quedaba buenísimo- que nos ayudo a superar la bebeta que nos pegamos esa tarde y noche.

Medio borracho acepte la invitación a quedarme a dormir en su apartamento y aprovechando que La Santa no estaba, La Torres me dijo que yo me acostara en la cama de ella, mientras ella dormiría en la cama de La Santa. Como no había ningunas malas intenciones de por medio, no hubo ni el mas mínimo intento de tirarme la amistad y por consiguiente de tirarme la comidita que casi siempre acompañaba los encuentros con La Torres.

Solo casi al amanecer, cuando el guayabo madrugador ataca a los que hemos bebido antes de las 4 pm, me di cuenta de las primeras cochinadas de La Torres. Resulta y ser que debajo de una gruesa y pesada capa de cobijas yo empecé a sentir una vaina medio rara y después de hacer la inspección con mis pies, pude encontrarme unos cucos que supongo eran de la Torres… lo malo fue que no solo los cucos estaban sucios sino que también tenían una huella leve pero al fin y al cabo huella de la llegada de Pacho o algo bastante similar. Inmediatamente los tiré a donde creí ver ropa sucia y me hice el guevon. Al rato y con la obsesión de creer que había algo mas entre las cobijas y la sabana, me levante y quite las cobijas… encontrándome con algo que no buscaba pero que después del antecedente de los cucos no iba a hacérseme nada raro: la sabana manchada de lo mismo… guácala! Que hacia ah??? No jueputa, se me quito el sueño (y eran como las 4 am recién) me desesperé y en vista que no iba a quitar la sabana porque presumía que el colchón habría recibido dosis iguales o por lo menos algo había alcanzado a filtrar, pues puse la sobre sabana que después de ser cuidadosamente revisada, pasaba la prueba de ser utilizada y solo así pude conciliar el resto de sueño que tenia a mi favor, aunque las cobijas me picaban y la sensación no era la mas agradable del mundo.

Bueno, eso paso casi desapercibido de no ser porque cuando la Torres entro a la habitación se dio cuenta que yo había tirado los cucos sucios y la sabana sucia encima de unas flores secas que tenia en un rincón de su cuarto y no se si fue por el golpe o por la reacción de las flores cuando recibieron los aromas de las piezas textiles, que se perdieron una considerable cantidad de pétalos, lo cual ella lamento muchísimo y prácticamente me puteo por habérmele tirado las flores que le había regalado una tía que era feliz haciendo ese tipo de esperpentos.

El hecho fue que con Juan Carlos, la Torres y la Santa nos fuimos haciendo mas compinches que amigos y un día en medio de una rumba no enredamos Juan Carlos con la Santa y yo con la Torres y terminamos dándonos besos en cualquier esquina de la Jiménez a eso de las 11 o 12 de la noche, mientras algunos transeúntes se bajaban de la acera donde nosotros estábamos, creyéndonos atracadores disimulando o algo así porque de verdad no coincidía mucho que yo, un tipo de 1.90 de estatura estaba en acción ligeramente romántica con una vieja de unos 1.50 por ahí y mucho menos que Juan Carlos, un tipo algo poco agraciado, estuviera en pleno romancete con la Santa que tenia pinta de modelo… bueno de modelo no… de impulsadora mas bien.

Después de ese día yo ya casi no quería volver a ver a la Torres porque yo no se si fue por algunas empanadas o algo que ella hubiera almorzado, ella estaba lista para dar toda una voz de aliento… de ajo.

Juan Carlos por el contrario no veía la hora de volverse a ver con la Santa porque el tipo no solo nunca había tenido una mujer de ese nivel, sino que tampoco nunca había TENIDO una mujer… ustedes saben a que me refiero exactamente.

Juan Carlos fue un día a mi apartamento y me rogó y rogó para que saliéramos con las dos féminas y yo le insistía en que el saliera solo con la Santa pero el no quería reconocer que yo era simplemente un objeto y que el me estaba utilizando porque al parecer del apartamento de Cedritos venían presiones para que yo acudiera al llamado del amor con La Torres. Al final Juan Carlos cuadró una comida en la residencia de las niñas y yo, corto de presupuesto, decidí acudir con las ganas de degustar algo bien rico, tomarme mis guarilaques gratis y con la firme promesa de no caer ante las tentaciones de la carne… yo antes de salir juraba y comía mocos que esa noche regresaba invicto.
Obviamente la idea era emborracharnos o al menos emborracharme para ver si yo, cual reina virgen, me dejaba coronar… porque ay juemadre si habia “taparroja” ese día… como si alguna de ellas fuera hija del gerente de la licorera del Tolima… yo no se si por el impacto de lo que paso o porque mi memoria quiere hacer un playback selectivo, no me acuerdo bien, pero creo que en ese apartamento esa noche había media caja de botellas de aguardiente esperando a ser destapadas y bebidas.

Después de la seguramente deliciosa comida –ni me acuerdo-, a la Santa se le ocurrió sacar grabadora y poner el cassette de moda –si no me equivoco era el despegar de Ivan y sus BamBam o de los de “los 50 de joselito” o algo así porque hubo demostración de coreografía y que tal… eso entusiasmo muchísimo a Juan Carlos quien no dudo ni un minuto en atacar por el flanco mas débil y en cuestión de segundos estaba llevándose –seguramente con engaños… como lo hacemos los hombres- al cuarto a la Santa, para de ahí nunca mas salir en el resto de la noche. A mi el show, les digo la verdad, no me motivo… pero no porque yo sea muy exigente o algo así, no… solo no porque a mi mas deseos me provocan las pantorrillas de Andrea Nocetti que las bailarinas de grupo de chucuchucu.

Siguiendo con el relato… y mientras tanto yo casi con el cuello en el desnucadero, decidí jugarme la única posibilidad que podría tener para salir invicto, que era tratar de embutirle todo el trago posible a la Torres a ver si se dormía y así yo poder escapar de esa tragedia que inminentemente se me venia encima. Yo no se si ella ese día se hizo algo… o comió chicharrón de marrano medio crudo o no se que paso, pero el cuento era que yo ya estaba completamente borracho y ella parecía recién bajada de las gradas de una fiesta de 15 años… si… ella ese día me emborracho… y lo peor… se aprovechó (o abusó) de mi.
El hecho es que a pesar de la casi inconciencia yo ese día sentí lo que no había sentido antes… los olores de la Torres… la halitosis de ella no era nada comparada con lo que emanaba de su cuerpo, de sus axilas, de su cuello tan salado, de sus tetas dulces, pero no dulce como el del arequipe, sino dulces como una aguapanela muy aguada, del sudor de sus pies… la pecueca de una bailarina o una corredora de marcha no son nada comparadas a la esencia de los pies de la Torres! juemadre! Pero lo peor si era la combinación a olor a mierda y a pescado que salía de su florecita… o mas bien de su ramito de flores podridas que tenia en medio de sus piernas. Para completar, a pesar de la borrachera pude distinguir claramente que a ella la podían llamar como llamaban a una legendaria puta de mi ciudad: “la peluda”…
El asunto es que a veces uno dice cosas como: “a mi me toco ver un accidente”, o “me toco ver a los prisioneros”, o “me toco meterme al charco”… pues ese día a mi me toco comerme a la Torres porque…uno ya empeloto, con la verga parada, arrecho, borracho y además ya digámoslo así… por pura decencia porque la niña –por fuera- lucia mas o menos bien, por dentro también era una buena persona… el problema era “en medio”, es decir, en la piel mas que todo, entre el maquillaje y la carne pulpa. El sexo estuvo bien… medio arrebatado que es como me gusta, medio desordenado… sin libreto.

Y me toco despertarme con el hedor…

Un primo aseguraba que el semen no huele, su hermano le contestaba que si quería el le echaba un poquito de semen en un algodoncito y se lo dejaba encima de la mesita de noche a ver si al otro día no le olía alguito… nunca se hizo el experimento…

Pero ese día a mi también me toco sentir el hedor, la combinación: hombre sudoroso y que se viene+mujer cochina (y que ni idea si se vino o no)+sexo nos daba un ambiente verdaderamente repulsivo. No era el olor propio de una comida en descomposición o de un muerto… pero ah juemadre que molestaba!. Yo definitivamente madrugué!, me levante como a las 5 de la mañana con la disculpa que yo me iba a un viaje que surgió de buenas a primeras y que no me podía quedar un minuto mas en esa casa… y simplemente salí corriendo.

Juan Carlos me llamo como 10 o 12 horas después a contarme sus peripecias y a convidarme de nuevo a hacer visita esa misma noche, ante lo cual solo me toco decirle: “andá vos solo granhijueputa!”.

2 comentarios:

Saudade dijo...

Uy hombre, aparte de que me dio de todo leer eso... me hizo reir mucho!!

Anónimo dijo...

juaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa...me hacìa mucha falta leerte..que vaina tan terrible... me rei muuuuucho... eres tan increiblemente grafico que uffff...